25 mar 2008

Félix

Dejé por un momento de servir agua de jamaica, me acerqué y tome una rosa roja de la cubeta que estaba a un ladito. Llevé mi mano a las tuyas y ahí puse la flor. Toqué tu mejilla, estaba ya muy fría, podría escribir que tieza, pero no es la palabra, más bien era como de plástico por encimita y dura al fondo. Hice uso en ese momento de la última servilleta que me quedaba, aunque ya hecha bolita, pensé que me podía servir para evitar que vieran la avalancha de lágrimas que venían.

Algo cantaron una niña y su mamá a mis espaldas, creo que era como una oración, no les podía poner atención, por un momento me molestó pensar que ellas podrían sentir más tu ausencia que yo, afortunadamente eso paso rápido porque me senté en una silla que daba justo a la esquina de tus pies, estoy segura de que desde ahí pudiste escucharme mejor.

Planeaba guardar fuerzas, -las que fueran necesarias- para no llorar en el momento en el que todo el mundo quiere despedirse de ti, decidí pues que ese momento era el justo porque faltaba poco más de una hora para dicho evento, así que baje la mirada y te dije:

Antes de que te vayas quiero pedirte PERDÓN, porque siempre huí de presenciar tu condición de estos últimos años, siempre que puede rehuí la posiblidad si quiera de tomar la bocina del teléfono sabiendo que del otro lado estabas tu, evité al máximo un último encuentro, y ahora no recuerdo cuando fué la última vez que te vi o te escuché diciéndome lo mismo que siempre me decias: "Ali mi nieta, tiene mi nariz".

Lo que siguió... solo fueron mis pasos volviendo a casa, por que la gente, la familia, las flores, las niñas, las velas, tu caja, la comida, los ventiladores, el calor, el agua de jamaica... ya todo era demasiado.



Entre a mi casa, no había nadie, todos estaban en tu funeral, sólo recuerdo que llegué a la esquina de un sillón, había tanta tranquilidad afuera, apenas y un leve murmullo de las hojitas del tamarindo, adentro... pude llorar.


Hasta pronto
Félix

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